es
     

Tipón, un lugar único en el Cusco

Uno de los lugares más especiales para mí en Cusco es Tipón. Tengo una historia personal con este recinto: fue la primera vez que tuve un encuentro con una montaña sagrada (el Apu Pachatusán). Tal vez no me creerían si les digo que conversamos, pero así fue, y eso cambió mi vida para siempre. Además de su fuerza energética, Tipón es uno de los restos incaicos que mejor se conservan y como no está muy publicitado, no va mucha gente, lo que realmente hace el paseo más relajado. Asimismo, conserva fragmentos de Camino Inca, fortalezas y más que lo hacen sentir a uno vivo y fuerte como chasqui. Este sitio arqueológico está a solo 27 kilómetros por la carretera Cusco – Puno, en el distrito de Oropesa.

El pueblo de Tipón es un tranquilo poblado con una placita e iglesia encantadoras. La gente vive tranquila, con sus perros, sus gatos y los niños jugando con piedritas en la calle. Arriba, entre la quebrada de sus montañas viven las ruinas. La teoría más común sobre ellas es que fue un centro de culto al agua. Su sistema hidráulico de distribución – canales, caídas y cortes de piedra- es una proeza de ingeniería que sirve hasta hoy a los pobladores de la zona. Tipón, construido por Wiracocha y posada del Inca Yahuar Waca, exhibe un trabajo perfecto de canalización de agua de manantial al río Watanay. Dicen también que el lugar sirvió de culto religioso y por su peculiar andenería de doce terrazas cultivadas, de experimentación agrícola.

Cada encaje de piedra revela la conciencia de armonizar las necesidades del hombre con los servicios de la naturaleza. Un modelo inspirador que nuestra sociedad debería recordar. Lo que más he disfrutado ha sido hacer el fragmento de Camino Inca desde el pueblo hasta arriba y viceversa. Es bastante exigente pero todo se transforma cuando pisas uno de estos peldaños. En determinado punto el camino se bifurca hacia el complejo por un lado y por otro, hacia la fortaleza, donde se puede ver el Apu Pachatusán. Llegar a ella demanda veinte minutos más de ardua subida.

El ascenso te regalará vistas inolvidables de todo Tipón. Arriba es otra historia: restos de lo que fuera el punto de vigilancia del recinto, cuartos en plena conservación, más acueductos y una zona privilegiada para ver y sentir la intensidad del Apu, uno de los cerros tutelares del Cusco. Ante su presencia el tiempo se detiene. Tranquilidad y energía en su máxima expresión. Todos tenemos un lugar favorito en Cusco y este es el mío. He ido varias veces y siempre siento que tengo que volver a ir. De hecho, tengo que ir pronto a agradecerle al Apu por todas las bendiciones que ha regado sobre mí en estas semanas. Los invito de corazón a buscar su montaña sagrada, tal vez sea el Pachatusán, o cualquier otra. Están ahí, solo hay que hablarles y cuando escuchen su voz sabrán cuál los protegerá por siempre.

Manuel Vera Tudela